El perro se encontraba
hambriento, hacía días que no probaba bocado y este invierno había sido
especialmente duro. El pequeño humano, que le ofrecía un trozo de carne, no se
parecía al resto de aquellos cachorros de hombre que gritaban y lo perseguían
arrojándole piedras. Entonces, él tenía que escapar entre los callejones
estrechos, con el rabo entre las patas y algún que otro gemido de dolor, debido
a algún proyectil que impactaba de lleno sobre su cuerpo, un cuerpo que no era
más que un saco de piel y huesos.
Se acercó cautelosamente,
temblando y haciéndose tan pequeño como podía, una pequeña bola peluda, marrón
temblorosa. Podía oler el trozo de carne que le estaba ofreciendo, era grande,
rojo y jugoso, seguro que apagaba un poco el hambre que lo estaba matando poco
a poco en esas largas noches oscuras de invierno, con la nieve cayendo sobre
las calles y sin un gramo de grasa que lo pudiese aislar del frío afilado, como
un cuchillo.
- ¡Ya casi estaba! Un poco más…-
pensó para su interior.
Se paró a escasa distancia del
pequeño humano que lo observaba, masticó tres o cuatro veces y engulló el
pedazo de carne que se deslizó hacia su dolorido estómago, pero casi automáticamente,
en vez de aliviarse esa terrible sensación de dolor, éste se intensificó,
desgarrándolo por dentro y estallando como una gran bola cegadora en su cerebro.
Tembló, se estremeció de arriba abajo y sus patas no lo pudieron sostener por
más tiempo, cayendo sobre la acera mojada por la nieve. Sus ojos se abrieron como
dos ventanas que se asoman a la nada y ahí lo vio, a su lado, al pequeño
humano, de rodillas, con una sonrisa roja de terciopelo en su cara, mientras lo
observaba con notable satisfacción e interés científico, desprovisto de toda
compasión, mirándolo sonriente mientras todo aliento lo abandonaba… (Fundido en
negro).
Hay veces en las que las
relaciones de los niños con los animales no suceden de la manera en la que
todos esperamos y los pequeños comenten abusos con los animales.
Características definitorias de abuso animal.
¿Pero qué es abuso? Es lo primero
que debemos preguntarnos. Kaufmann (1999) nos dice que depende del punto de
vista cultural, por ejemplo para un budista zen el matar a una mosca puede
constituir un abuso, mientras para nosotros nos puede parecer normal. Así,
desde ese punto de vista cultural, aceptamos o condenamos ciertas prácticas
dependiendo del estatus que tenga el animal (en nuestra cultura no tiene el
mismo estatus una gallina que un perro).
Agnew (1998) nos aporta los
caracteres definitorios de “abuso animal”:
- Es socialmente inaceptable.
- Es intencionado o deliberado.
- Es innecesario.
¿Cómo podemos medir el abuso animal?
Es un poco problemático, ya que
en muchos países no está recogido como delito, en algunos sólo llega a ser una
falta administrativa. De todas formas Ascione (1997) ha desarrollado un
protocolo estructurado de entrevista a niños y adolescentes, el CAAI, que
intenta cuantificar los abusos hacia animales cometidos por niños, en términos
de frecuencia, gravedad, cronicidad y nivel de empatía. Este autor utilizando
esa herramienta documentó que entre un 14% y un 22% de los adolescentes
ingresados en instituciones penitenciarias en Utah admitieron haber torturado
animales el año anterior.
¿La crueldad hacia
los animales es un importante indicador de la posible crueldad hacia los
humanos?
El Manual de Diagnóstico y
Estadística de los Trastornos Mentales IV-TR (DSM-IV-TR) dentro de los
trastornos por déficit de atención y comportamiento pertubador , incluye entre
los criterios para el diagnóstico del trastorno
disocial la agresión hacia personas o animales; más específicamente dice
que uno de los criterios es la manifestación de crueldad física contra los
animales. La crueldad de los animales es también un antecedente disocial en la
infancia y la adolescencia de sujetos diagnosticados con trastorno de la
personalidad antisocial de la personalidad. Por tanto es de especial atención
la ocurrencia de tales acciones de abuso hacia los animales en la infancia y en
la adolescencia, aunque Moffit (1993) sugirió que los adolescentes que muestran
comportamientos antisociales se pueden incluir en uno de los dos siguientes
grupos:
A)
Limitados a la adolescencia.
B)
Los que persisten durante toda la vida.
Psicopatía y maltrato animal.
Un psicópata es una persona con un trastorno antisocial de la personalidad. Según Hellman y Blackman (1966) uno
de los signos característicos a edades tempranas de rasgos psicopáticos y/o
antisociales se pueden reducir a una tríada caracterizada por enuresis, maltrato
animal y piromanía.
Además, de uno de los estudios más conocidos
elaborado por el FBI sobre asesinos en serie, según el cual un 46% de estos
maltrataba animales durante la adolescencia, se ha realizado otro en Cataluña
en el 2010 ,basado en una muestra de 50 sujetos, de los cuales casi el 24%
estaban acusados y/o condenados por delitos graves (violentos) o en fase de
cumplimiento de sentencia por homicidio, asesinato o asesinato en grado de
tentativa, y el 6% por violación (en cuatro casos, de 5 a 23 víctimas por
agresor),se obtuvo una tríada enuresis-piromanía-crueldad con animales en un
23,5% de la muestra, con tríada incompleta (uno / dos ítems) en un 65%. Si se
considera sólo la crueldad hacia los animales como elemento aislado, la
encontramos en un 41,7% de la muestra. Lo que nos lleva a la conclusión de que
un factor importantísimo a tener en cuenta en relación a un posible trastorno
antisocial de la personalidad, el maltrato a los animales por parte de niños y
adolescentes.
¿Eres un psicópata?
Te pongo un par de enlaces
sobre el “Dilema del Tranvía” y el razonamiento moral de los psicópatas.
¡A propósito y siguiendo el hilo argumental es bastante
probable que algún psicópata lea esto, ya que se estima que hasta un 5% de la
población lo sería!
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