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jueves, 17 de enero de 2013

Verus amicus est tanquam alter ídem.


Grogh cubrió el cuerpo con el último montón de tierra mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Habían pasado muchas lunas desde que lo había encontrado perdido y medio muerto de hambre a las afueras de la cueva donde vivía su clan. Recordó aquel día lejano; seguramente su madre estaba muerta o se habría quedado perdido en el bosque. Lo recogió cuidadosamente y notó cómo su corazón latía fuerte y veloz, su piel era caliente y sus ojos del color de la miel le hicieron sentir algo que no supo bien qué era, pero que le resultaba muy familiar, ya que era algo semejante a lo que sentía cuando miraba al pequeño Lakhe, su primogénito. Seguro que Mitha, su compañera, lo podría alimentar y cuidar hasta que creciera y se hiciera un adulto fuerte y sano. Ya en su mente creyó que tendría una utilidad, puesto que los de su especie rondaban la cueva alimentándose de los desechos de los hombres y por un par de veces los habían alertado de los ataques de clanes rivales. Sería su guardián y quizá le podría enseñar a cazar, pues había visto que eran buenos haciéndolo en grupo como los de su clan.


Muchas lunas habían pasado desde aquel día y Lur creció fuerte y sano y formó parte del clan, no fue sólo un perro, fue uno más  con todos los privilegios, querido y apreciado por todos y  guardó la cueva de los enemigos y persiguió a las presas con la valentía de un cazador  y cuidó de los suyos con lealtad, hasta el fin, hasta que su cuerpo dejó de respirar y su ánima lo abandonó...
 Por eso Grogh no podía dejar de llorar, porque se había ido una parte de sí mismo, un compañero, un amigo…









 


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